III Mitja Marató de Formentera

El 9 de Enero de 2011 nos reunimos en el Bar Tomás 3 amigos, Manu, Jordi y yo mismo. Lo que a priori parecía una quedada de Domingo por la tarde cualquiera acabó por convertirse en una conjura mútua, correr la próxima maratón de Nueva York el 6 de Noviembre. Nosotros, que no hacíamos más que algunas salidas por Collserola y algunos partidos de fútbol, nos lo propusimos como un objetivo a superar: entrenarla, correrla y terminarla dignamente. Lo firmamos en una servilleta de papel esa misma tarde y comenzamos a entrenar, día a día, semana a semana. Y así fué como al cabo de un tiempo nos propusimos también correr la media maratón de formentera.

Y comenzamos a entrenar, y en mi perfil de Runkeeper iba anotando cada entreno. Así, hasta que a mediados de Febrero empezé a notar molestias en la rodilla izquierda. Intenté no hacerle mucho caso pero tras un par de semanas el dolor era insoportable. Tras visitar al traumatólogo Juan García-Nieto de Imesport, el diagnóstico era una Condropatía Rotuliana, una degeneración de la superficie del cartílago que constituye la cápsula posterior de la rótula. Así he estado 3 meses entre consultas, pruebas médicas y visitas al hospital para recuperación, hasta que días antes hice la prueba final, 10Km en Collserola que si aguantaba todo indicaría que la recuperación había sido positiva. Pero no fué así, en el km8 tuve que parar aquejado de unas pinzadas y tove que volver caminando al coche. Toda mi ilusión comenzaba a desvanezerse. Me descartaron correr la media de formentera y me planteé ir como mero espectador (que tampoco está mal…). Aún así decidí llevarme mis Asics Gel Nimbus 12, por si “me encontraba mejor”, aunque desde que llegué a Formentera no paró de dolerme la rodilla, incluso estando sentado, era un dolor leve, pero percibible. No debería correr el domingo, era una imprudencia.


Con Manuel y Jordi en Cap de Barbaria.

La carrera
El autobús de la organización nos recojió a las 8am, me calzé las zapatillas y nos dirigimos al Faro de la Mola donde estaba la salida. Mi plan era el de hacer sólo la salida, matar “el gusanillo” y detenerme al primer síntoma de dolor. Hacía mucho viento y el cielo amenazaba a lluvia. El tiempo corría y los 976 corredores comenzábamos a calentar, a estirar y a escondernos en algún rincón para algún tipo de necesidad de último momento. Nuestro equipo lo formaban Manuel, Jordi, Jorge, Cris y Marina (que por cierto terminó tercera en categoría femenina absoluta), además de yo mismo. 3, 2, 1… Ya! Salimos despegados dirección al pueblo del Pilar de la Mola, a unos 2Km. No creí que llegaría, pero llegué, a mi ritmo. El calor de la gente que salía a animar y ver que la rodilla todavía no pedía protagonismo me dieron ánimos. No podía olvidar que llevaba 3 meses sin salir a correr, así que me lo tomé con calma, a mi ritmo, dejando pasar a otros corredores, haciendo mi propia carrera, mi propio reto.

Así llegué al Km. 5 en el restaurante Mirador donde estaba el primer avituallamento. No creí que podría llegar hasta ahí, así que ya me podía retirar tranquilo… Pero no, decidí apostar y seguir corriendo. La bajada de la Mola al Caló de San Agustí es un descenso de 4km con una pendiente llena de curvas y bastante pronunciada, un escenario ideal para poner a prueba nuestras rodillas. Aún así llegué y era ya el Km. 7,4, no me lo podía creer, estaba aguantando y pese a que “notaba” el dolor, todavía podía intentarlo. Me veía fuerte mental y cardiovascularmente, así que aposté: “voy a intentar llegar a San Ferran“.

La recta de Calò de San Agustí son aproximadamente 8 Km. en línea recta y ligera pendiente pronunciada. San Ferran significaba llegar al Km. 14, y si llegaba ahí… tenía que alcanzar la meta. Aún así me lo tomé con calma, sabía que en cualquier momento podía fallarme la rodilla y mi sensatez me haría detenerme. Al salir del Calò de San Agustí empezé a sentir que la rodilla empezaba a fallar, hasta que noté 3 pinchazos-latigazos muy bruscos y me detuve, empezé a caminar. Un policía que cortaba el tráfico me preguntó que tal estaba… “no, si no debería haber salido, tengo la rodilla rota” le dije. Y me animó diciéndome que no me preocupara, que lo importante era participar y que si quería me esperara con él y me llevaría a meta. Tras 5 minutos parado, decidí continuar, y al cabo de un rato el dolor era tan intenso, tanto, que nunca había sentido algo similar, la rodilla me quemaba. Un corredor pasó por mi lado y me preguntó qué si me encontraba bien (la verdad es que muchos lo hicieron, porque corría de una forma tan extraña que parecia cojo…). Me ofrecío Reflex y no lo dudé, me empapé la rodilla, le dí las gracias y le dije que quizás me estaba salvando la carrera. Ésto me dió álas y llegué a San Ferran casi sin darme cuenta.

San Ferran estaba lleno de gente, locales y turistas que animaban a cada uno de los participantes, desde los primeros hasta los últimos. Es increíble como el calor de la gente anima a seguir avanzando e intentarlo. De ahí llegué a Es Pujols, -el pueblo de al lado-. El dolor era horrible, cada zancada era peor y se intercalaban los gritos involuntarios de dolor y alguna que otra lágrima. (en este punto pensarás que soy imbécil…). Llegué a Es Pujols y había todavía más y más gente que antes, cogí fuerzas, sabía que si había llegado hasta ahí podía terminar. A la salida del pueblo sólo quedaban 5 Km. “¿Que son 5 Km.? No es nada! Es lo que hacía para calentar cuando entrenaba! Vamos!” Me sentía con fuerza, el pulsómetro marcaba 178 ppm y 1h 50min de carrera. En ese momento me dí cuenta de que la meta estaba muy cerca, de que podía lograrlo si hacía un último esfuerzo final.

Los últimos 5 Km. fueron tremendos. La pierna izquierda estaba inoperativa, era un peso muerto. Podía correr, pero equilibrando el peso más hacia la derecha -que hacia la mayoría del esfuerzo-. Salida de Es Pujols, paso del cruze de Illetes, últimas curvas alrededor del Estany Pudent i Estany des Peix y ahí estaban: los mástiles de los veleros del puerto de la savina, justo ahí detrás! La llegada a la savina me pasó rapidísimo. Volví a encontrarme al policía que me había animado llevarme en coche, me reconoció y empezó a gritarme “Ánimo tío! Lo has conseguido! Tú puedes!” y no pude evitar estar de acuerdo con él, sólo quedaban 500m.

Al final, 21 Km. en 2h y 17 minutos, la satisfacción de haberlo logrado, de haber vencido mis miedos y de saber que podía dar más de lo que me imaginaba. El tiempo es lo de menos, sé que en buenas condiciones habría podido bajar de 1h 45m, ésa es mi meta para el año que viene, la de éste año era acabarla, y la logré.


Prueba superada.

Reflexiones

  1. Imprudencia: podría haberme lesionado la rodilla de por vida. El dolor que sufrí la segunda mitad de la carrera fue inaguantable y podría haberme jugado no poder volver a correr más (algunas etapas superiores de la Condropatía dejan secuelas durante años). Todavía no se lo he dicho a mi traumatólogo, en cuanto se lo diga “me mata”… Tengo que ser consciente de lo que me jugué.
  2. Toma de decisiones: mi gran miedo éra ése, qué haría cuando las cosas se comenzaran a complicar? Apostaría por seguir o abandonaría. ¿Vencería a mis miedos? En éste punto decidí hacer algo de lo que en ocasiones me río, cuando la gente habla de “dejar guiarse por el corazón”. Yo lo hice.
  3. Compañerismo: he aprendido en primera persona el valor del compañerismo, no por primera vez, pero sí significativamente. Ése corredor anónimo que me ayudó a continuar, que me dió Réflex en mitad de la carrera y se paró a ayudarme, no se quien és, pero perdió tiempo en hacerlo y no tenía porqué hacerlo. Desde aquí te doy las gracias.
  4. Paso a paso: ése fué el truco, pensar de 5km en 5km, ir paso a paso, hacer mi propia carrera, no la de los demás. Subir escalón a escalón. Lección aprendida de la importancia de la constancia en cualquier proyecto o reto que uno se marque.
  5. “No lo lograrás”: a toda la gente que me dijo que no acabaría, que no terminaría la carrera. A todos aquellos, gracias. Gracias por darme las fuerzas necesarias para creer en mí.
  6. Superación: no había entrenado en 3 meses, tenía una pierna que más que funcionar representaba un peso muerto en carrera… Luché y lo conseguí, superé y vencí mis miedos.

Al final las secuelas no han sido tan graves. Es curioso, la rodila me duele menos después de la carrera. Y no estuvo tan mal, lo intenté y lo logré. Una buena experiencia rodeada de una mejor compañía.
¿Que más cosas en la vida parecen imposibles y dejamos de hacerlas por miedo a no lograrlo?

Yo se una que lo parecía, y no lo fué.
Vídeo de la edición del 2010

5 thoughts on “III Mitja Marató de Formentera”

  1. La verdad es que los componentes del viaje teníamos serias dudas de que acabases la carrera, tu el primero, pero corriendo imprudentemente pero al mismo tiempo pensando cada paso que dabas y buscando el modo de disminuir tus limitaciones, finalmente lo conseguiste, así que mi más sincera enhorabuena.
    Cuando vi que llegabas me quedé en shok, me dije: Ole sus cojones!!!!

  2. Enhora buena. A pesar de que lo que has hecho es mas imprudencia que otra cosa, que sería de nosotros sin ellas.
    ahora te toca recuperarte y entrenar con cabeza y sin prisa. 

  3. @errevuelta gracias!

    @david bien, la izquierda la solucioné en 2 meses, con recuperación y varias pastillas… lo malo es que ahora la que me duele es la derecha… :(

     

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